dilluns, d’octubre 01, 2012
"NINGUNA LEY DICE QUE CATALUÑA DEBA SALIR DE LA UE SI SE INDEPENDIZA" (VIVIANE REDING A DIARIO DE SEVILLA, 30 de setembre de 2012)
Viviane Reding
"Ninguna ley dice que Cataluña deba salir de la UE si se independiza"
Reding agradece obviar temas recurrentes como el euro y el rescate español, sin novedad en el frente, pero entra al trapo en todo lo demás: Rumanía, Hungría y Grecia, ETA, las caricaturas de Mahoma o la lentitud de la UE.
Fede Durán / SEVILLA | Actualizado 30.09.2012 - 09:46
La agenda de la número dos de Jose Manuel Durao Barroso es arrolladora: Viviane Reding, luxemburguesa de 61 años, departe con José Antonio Griñán, posa en los pasillos del Parlamento andaluz, saluda a una periodista alemana que ha venido a marcar sus pasos y distribuye asientos en la sala que la Cámara le ha cedido para la entrevista. "Come on, I'm ready [venga, estoy lista]", anuncia con la vista puesta en Cádiz, donde inaugurará horas después una cumbre europea de alcaldes y presidentes regionales. Y entonces aparece Juan Ignacio Zoido, líder del PP-A, dispuesto a robarle unos minutos de charla vía intérprete. Tras la interrupción, al fin, las preguntas.
-Hungría y Rumanía se han desmarcado últimamente del acervo comunitario. ¿Se arrepiente Bruselas de haber ampliado la UE sin valorar la tradición más o menos democrática de sus socios?
-La ampliación coincidió en parte con la caída del Muro de Berlín (en 1990, las dos Alemanias se unifican) y con ese hito que supuso que la gente que vivía bajo una dictadura lograse su libertad. La RDA quería pertenecer a la UE, y ello implicaba suscribir sus valores. Uno de los más cruciales es el imperio de la ley. La Comisión Europea es el guardián de los tratados, y estoy muy orgullosa de ser la primera comisaria de Justicia que tiene esa responsabilidad de vigilancia tras lo dispuesto en el Tratado de Lisboa. La justicia no tiene color político, significa más bien contestar a una pregunta sencilla: ¿Respetan ustedes la independencia de la justicia? Hemos hablado con Hungría y Rumanía y en ambos casos sus autoridades se mostraron muy asombradas de que alguien les dijera: no, eso no es lo que ustedes han suscrito. El imperio de la ley es un fundamento sagrado de nuestro proyecto común.
-¿Han corregido estos países sus vicios recientes?
-Por supuesto. No estaba sola. Detrás estaban el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa. Esta Comisión analizó lo que estaba ocurriendo y concluyó que no era aceptable. Y entonces, por ejemplo, llevamos a Hungría ante la Corte de Justicia en Luxemburgo por no aplicar correctamente las reglas europeas. En Rumanía hemos logrado frenar el derrumbamiento del Tribunal Constitucional. Es bueno que haya un árbitro independiente en Bruselas que vigile esas desviaciones y las anule. En política nunca puedes estar seguro de que algo funcionará bien, pero necesitas saber que existe una institución que asumirá sus responsabilidades si algo sale mal.
-La crisis alimenta radicalismos como el de Amanecer Dorado, en Grecia, un partido neonazi.
-Me preocupa mucho esa clase de nacionalismo. El odio al otro se está poniendo de moda. En la mayoría de nuestros estados miembros, estos movimiento radicales, tanto desde la izquierda como desde la derecha, son muy pequeños, y los principales partidos políticos pueden estar o no de acuerdo en permitir sus actividades siempre que se respete la ley. Ésa es la parte esencial. Pero lo que es un peligroso caldo de cultivo es que la gente que está desesperada porque la crisis se ceba con ellos quede excluida y deje de recibir ayudas.
-¿Y no sería conveniente homogeneizar las leyes europeas en este terreno? En Alemania, los partidos nazis están prohibidos. En Grecia campan a sus anchas.
-Ésa cuestión debe ser resuelta a escala nacional. Cada país tiene una historia. Todos somos europeos, sí, pero las reglas son distintas. España tiene diferentes experiencias que Luxemburgo. Y hay que respetar que, según su historia, cada Estado tome decisiones especiales sobre cómo organizar sus asuntos domésticos.
-La publicación, otra vez, de unas caricaturas de Mahoma ha provocado graves disturbios en algunos países musulmanes. ¿Le preocupa que existan réplicas de ese fenómeno entre la población musulmana de Europa?
-En la UE hemos gestionado las cosas de tal forma que no pueda volver a haber guerras religiosas. Lo que hemos decidido hacer es poner en primera línea de nuestra conducta como europeos el respecto a las diferentes religiones y también la posibilidad de que estas religiones se expresen libremente en el marco de las reglas de la UE. Éste es un principio básico de nuestra cultura europea: respetar al vecino, independientemente de sus creencias religiosas y políticas, sea cual sea su origen étnico.
-¿Acepta entonces la comunidad musulmana europea esos postulados de tolerancia?
-La abrumadora mayoría de los musulmanes que vive en Europa es gente muy razonable que reclama respeto a su religión pero también respeta las demás confesiones y a aquellos que no profesan ninguna. Y ésa es la manera en que nuestra sociedad debería funcionar en cualquier caso. Por supuesto, también debe respetarse la libertad de la prensa, que es un elemento muy potente del acervo comunitario.
-España ha tenido a veces la sensación de que Europa ha sido demasiado laxa con ETA, demasiado poco consciente de la dimensión del problema.
-Los problemas internos de un Estado han de resolverse en clave interna. Así que el problema original y la manera de resolverlo es puramente una responsabilidad española. Es algo que nosotros debemos respetar.
-Pero su departamento está necesariamente vinculado al asunto por cuanto en su agenda destacan las medidas de protección de las víctimas del crimen, incluido el terrorismo.
-La cuestión de las víctimas desde nuestra óptica es otra. Llevo dos años construyendo una política donde todo ciudadano europeo, dondequiera que vaya, tenga derechos específicos como tal. Por ejemplo, si usted como español viaja a Polonia y tiene un accidente de coche que usted mismo ha provocado y donde causa un enorme daño, quedará bajo custodia de las autoridades. Y resulta que no entiende el idioma, ni las reglas, ni nada, y se siente completamente perdido. Hemos introducido unas normas mínimas que se aplican a cualquier europeo cuando es acusado y llevado a prisión. La otra cara de la moneda son las víctimas, olvidadas a lo largo de todo el proceso. Nuestras nuevas políticas se preocupan por sus necesidades y las de sus familiares. Europa tiene que preocuparse por proteger los derechos de las personas más vulnerables.
-La brecha entre los europeos y sus instituciones siempre ha sido enorme.
-La manera en que la política europea se está desarrollando es completamente diferente desde el Tratado de Lisboa. Los ciudadanos están en el centro de todas nuestras acciones. Pero no puedes, en dos años, cerrar ese agujero, porque los ciudadanos han sido apartados demasiado a menudo de las políticas europeas. Esto se hacía en Bruselas, aquello en Estrasburgo, lejos, muy lejos, y los europeos no entendían lo que estaba pasando. En mi opinión ésa ha sido una estrategia errónea: ¿Cómo puedes construir un continente y hacer funcionar unas instituciones y un sistema democrático cuando los ciudadanos no son tenidos en cuenta? Hay que acudir a los ciudadanos, pero no sólo para explicar, sino para saber cuáles son sus preocupaciones, sus sueños y aspiraciones, y ésa es la razón por la que en 2013 celebramos el Año Europeo de los Ciudadanos.
-Esta crisis ha mostrado más vergüenzas comunitarias: la lentitud en la toma de decisiones y en su ejecución, por ejemplo.
-Es increíble lo rápido que la política ha avanzado en los últimos meses. Cuando las cosas iban bien, cuando no había crisis, todo el mundo decía: ¿para qué molestarnos con reformas ahora? Ahora hemos comprendido que no tenemos las herramientas necesarias para dar una respuesta rápida a los problemas. Lo hemos visto con la crisis financiera. Los controles tendrían que haberse efectuado por los supervisores nacionales, y esa cómoda relación entre el supervisor y la banca tendría que haber sido a su vez controlada desde una instancia superior, un potente supervisor bancario europeo. Ese paso se dio a finales de junio. El 12 de septiembre la Comisión puso sobre la mesa el proyecto para crear el órgano. Esperamos que los gobiernos mantengan su promesa para que este nuevo supervisor pueda estar activo a comienzos del año que viene. Otro ejemplo es el de los derechos procesales comunes: desde que puse sobre la mesa ese paquete de medidas hasta que fueron aplicables en todos los estados miembros pasaron nueve meses. Es un récord mundial.
-¿No es una barbaridad que el Parlamento Europeo (PE) tenga 754 diputados?
-Si compara su tamaño con el del Parlamento andaluz o el Congreso, claro, pero la cuestión es que el PE representa a 500 millones de habitantes. Es una cámara muy potente, con muchos poderes. Lo que la gente que vota en las elecciones europeas debe saber es que esos parlamentarios hacen leyes que afectan a todos los ciudadanos europeos, es un trabajo maravilloso y en nombre del interés general.
-Pero si queremos ir a una unión política real, no se tratará tanto de representar a los países sino a las instituciones europeas. Y no harán falta tantos escaños.
-Es que no existen el bando español, italiano o alemán. Los diputados son elegidos por motivos políticos, el PP y el PSOE se sientan en sus respectivas bancadas ideológicas, y esos son planteamientos que comparten, de forma que sólo hay un punto de vista socialista, o popular. El PE funciona exactamente como un Parlamento nacional.
-Cataluña plantea actualmente la posibilidad de independizarse. Pero si lo hace debería abandonar la UE y negociar su ingreso. Además, desde su salida habría un agujero en la libertad circulación de personas y bienes en la Unión.
-No querría inmiscuirme en asuntos de política española, pero no pienso ni por un segundo que Cataluña quiera dejar la UE. Conozco a los catalanes desde hace mucho tiempo, he sido una de las pocas personas no catalanas en recibir la Cruz de Sant Jordi, y sé que su sentimiento es profundamente europeo.
-No le pregunto por la posibilidad de que Cataluña quiera o no ser parte de la UE, sino por el proceso que se abre cuando dejen de serlo. Lo dice la Convención de Viena: el Estado resultante de un Estado matriz abandonará todos los organismos internacionales en los que la matriz esté representada.
-Vamos, hombre, la legislación internacional no dice nada que se parezca a eso. Por favor, resuelvan sus problemas de política interna en España. Yo confío en la mentalidad europea de los catalanes.
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